DESPERTA FERRO HISTORIA MODERNA 43: ANTIETAM 1862

DESPERTA FERRO HISTORIA MODERNA 43: ANTIETAM 1862

Publishing house :
DESPERTA FERRO
Year of edition:
ISBN:
978-92-0-388644-4
Pages :
68
Binding :
Grapado
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El 17 de septiembre de 1862 fue el día más sangriento de la historia de los Estados Unidos. En los ondulados prados y campos de cultivo y las estribaciones boscosas situados entre el río Potomac y uno de sus afluentes, el Antietam, al norte de la población de Sharpsburg, Maryland, se produjo una de las mayores batallas de la Guerra de Secesión. El Ejército de Virginia del Norte de Robert E. Lee, victorioso semanas atrás en la defensa de la capital de la Confederación, Richmond, llevó la guerra al Norte, a las puertas de Washington D. C., para tratar de darle un vuelco decisivo. Se lo impidió, aquella mañana de septiembre, el Ejército del Potomac del general George McClellan. Aunque la batalla de Antietam quedó en tablas, sin saldo más concluyente que el de 22 000 bajas entre ambos bandos, el fracaso de la invasión confederada desencadenó un cambio decisivo en el rumbo de la historia de Norteamérica, pues el presidente Abraham Lincoln aprovechó su victoria estratégica para decretar la emancipación de todos los esclavos del Sur. No se trataba ya meramente de salvar la Unión, sino de otorgar un nuevo significado a las libertades estadounidenses.

El Norte frente al Sur en vísperas de Antietam por Christopher Gwinn – Gettysburg National Military Park

1862 había comenzado de manera bastante prometedora para el esfuerzo bélico de la Unión, cuyas fuerzas en el oeste habían conseguido ganancias significativas, como Nueva Orleans y Nashville, además de una serie de victorias en el oeste de Tennessee. Buena parte de los puertos y bases navales confederados estaban bloqueados por la Marina de los Estados Unidos, cosa que limitaba el flujo de suministros hacia el sur, y las tropas de la Unión habían avanzado a lo largo de la costa de Carolina del Norte. Sin embargo, en Virginia, y en particular a lo largo del corredor de 160 km entre Washington D. C. y Richmond, capital de la Confederación, el esfuerzo unionista se había estancado. Tras la espectacular victoria del Ejército de Virginia del Norte de Robert E. Lee en la segunda batalla de Manassas, los confederados decidieron llevar la guerra al Norte. El momento señaló un capítulo singularmente propicio en la historia de la Confederación. Al tiempo que Lee se embarcaba en la invasión de Maryland, los ejércitos confederados del oeste también estaban en movimiento.Las fuerzas de la Confederación estaban en ascenso a lo largo de un frente de 1600 km.

La apuesta de Maryland. La invasión confederada de 1862 por Scott Hartwig

La invasión de Maryland, estado fronterizo entre el Norte y el Sur, resultaba tentadora por varias razones: permitía a Lee mantener la iniciativa tras su victoria en Manassas, desplazaba la guerra fuera de Virginia y forzaba al enemigo a mantener un ejército en campaña para hacerle frente sin haberse recuperado plenamente de la derrota sufrida; asimismo, aumentaba la presión sobre la Administración Lincoln, pues una victoria confederada al norte del río Potomac, en Maryland o en Pensilvania, podía condicionar las elecciones de otoño al Congreso en el Norte. Lee entendía que era clave para la Confederación minar la moral de los unionistas, y esperaba conseguirlo mediante lo que denominó “grandes victorias”, éxitos militares que influyesen en el panorama político de la Unión. Si los votantes del Norte llegaban a considerar que la victoria no era posible, desbancarían al Partido Republicano de Abraham Lincoln y elegirían candidatos más proclives a negociar la paz con la Confederación.

“Los muertos yacen en hileras”. La lucha por el maizal por Ethan Rafuse – U.S. Army Command and General Staff College

El hombre a cargo de los combates de la primera fase de la batalla de Antietam a primera hora de la mañana del 17 de septiembre de 1862 no carecía de confianza ni de entusiasmo. El mayor general Joseph Hooker se había granjeado el mote de Fighting Joe (“Joe el combativo”) y el reconocimiento como estrella ascendente en el ejército de la Unión, cuando lideraba una división en las operaciones en la Península y en Manassas. El mando de Hooker, el I Cuerpo del Ejército del Potomac, consistía ese día en tres divisiones dirigidas por los generales de brigada Abner Doubleday, James B. Ricketts y George G. Meade, formadas en gran medida por veteranos curtidos en combate. Cuando el 17 de septiembre la noche dio paso a la mañana y sus tropas empezaron, en palabras de uno de ellos, a “marchar con gran energía” hacia el enemigo, Fighting Joe y sus hombres estaban prestos para la lucha. Pocas horas después, estaba claro que habían conseguido más de lo que nadie podría haber esperado.

La Brigada de Texas. Honor, reputación y defensa del hogar por Charles David Grear – Central Texas College

La Brigada de Texas, a la que a menudo se alude como la brigada de Hood por su comandante más notable, estaba compuesta por los regimientos de infantería 1.º, 4.º y 5.º de Texas, 18.º de Georgia y 3.º de Arkansas. Si nos preguntásemos qué motivó a los texanos a combatir en la Guerra de Secesión, la respuesta habitual sería otra pregunta: ¿necesitan una excusa para luchar? En el breve periodo de 1835 a 1861, Texas había sido escenario de una sucesión de importantes conflictos, como la Revolución texana, las expediciones de la época republicana (Santa Fe, Somervell y Mier), la Guerra de Estados Unidos-México, y numerosos enfrentamientos entre los ciudadanos y rangers de Texas contra los nativos americanos o bandidos mexicanos como Juan Cortina. Podría concluirse que a los texanos les gusta una buena pelea y que con la Revolución texana ya habían experimentado una guerra civil, pero, en contra de estas creencias populares, sí necesitaban una motivación para dejar sus familias y arriesgar sus vidas, como demostraron los hombres de la Brigada de Texas.

El ataque del II Cuerpo y la sangría de Sunken Road por Thomas G. Clemens

El mayor general Edwin V. Sumner, de sesenta y cinco años y soldado profesional durante toda su vida adulta, tenía un dilema. Enviado en apoyo y refuerzo del mayor general Joseph Hooker, que había lanzado su I Cuerpo de Ejército y el XII de Mansfield al ataque para tomar el terreno elevado al este de Dunker Church, llegó a los East Woods, en el límite septentrional del campo de batalla de Antietam, poco antes de las 9.00 y descubrió que era el oficial de mayor rango de la Unión en escena. De haber sabido de los sucesos de las tres horas previas o dispuesto de órdenes concretas, le podría haber ido mejor, pero, por desgracia, no se dio ninguna de las circunstancias. Sus órdenes lo instaban a colaborar con Hooker, pero este estaba herido y apenas consciente, y Mansfield agonizaba. En los campos al oeste de los East Woods se percibían las huellas del intenso combate, pero no había confederados a la vista…

Antietam IX Cuerpo y la lucha por el puente de Burnside por Robert I. Girardi

El mayor general George B. McClellan estaba teniendo un día complicado al frente del Ejército del Potomac. El miércoles 17 de septiembre de 1862 había comenzado con el ataque unionista contra el Ejército del Norte de Virginia de Robert E. Lee. La batalla se había iniciado en el extremo septentrional del campo de batalla de Antietam como un tanteo de fuerzas en los West Woods y derivó en una cruenta lucha imposible de olvidar por el control del maizal de David R. Miller. La segunda fase se desarrolló a lo largo de un sendero hundido (Sunken Road) que pasaría inmediatamente a la posteridad como Bloody Lane (“sendero sangriento”), donde el delgado centro de la línea confederada resistió todos los intentos de ruptura. Mientras la calma volvía al campo de batalla, todas las miradas se volvieron hacia el sur. Allí, el IX Cuerpo del mayor general Ambrose Burnside aún no se había implicado activamente en la batalla. Tras el empate táctico con el que se había saldado el intenso baño de sangre matutino, McClellan ordenó a Burnside que cruzase Antietam Creek y se abatiese sobre el flanco derecho confederado.

Antietam. La batalla que cambió el curso de la guerra por Brooks Simpson – Arizona State University

Conforme el sol ascendía sobre Antietam Creek el 18 de septiembre de 1862, los soldados pudieron contemplar el resultado del día de combate más sangriento de la Guerra de Secesión. Allá adonde se mirase había cuerpos esparcidos. Los soldados heridos gemían pidiendo ayuda; los cadáveres de los caballos resultaban tan repugnantes como su hedor. Durante la mayor parte del día, el Ejército del Potomac de George B. McClellan permaneció frente al Ejército de Virginia del Norte de Robert E. Lee ante los campos ensangrentados, incapaces ambos de comprender la muerte y la destrucción a su alrededor. Paradójicamente, fue el resultado inconcluyente de la campaña de Maryland lo que tuvo consecuencias decisivas. De haber aplastado McClellan a Lee en Antietam, o de haberlo atrapado contra el Potomac en una batalla que habría devastado las filas confederadas, el esfuerzo de guerra rebelde hubiera quedado tan mermado que muchos civiles del Sur quizá hubiesen pensado que lo más sensato era regresar a la Unión para preservar la esclavitud. Sea como fuera, el fracaso estratégico de Lee permitió que Lincoln hiciese pública su Proclamación de Emancipación, que liberaba a los esclavos del Sur, y enfrió las esperanzas de una intervención franco-británica a favor de la Confederación.

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