Cuando de publicó en 1697, el éxito de Los cuentos de mi madre la Oca fue inmediato, al punto que algunos editores inescrupulosos aprovecharon para incluir en las sucesivas ediciones algunos cuentos que no pertenecían a Perrault, actitud que hasta el siglo XIX fue relativamente corriente. Finalmente, depurado de tales agregados, el texto adquirió su formato actual. Además de su cautivante interés narrativo, los cuentos de Perrault constituyen un notable fresco de la vida cortesana y burguesa de su siglo.