“Es una obra lineal, casi cronológica, narrada en primera persona y fácil de leer, pero en la que juego con las expectativas del lector, pasando de un género literario a otro casi sin transición. Es una novela de formación e iniciación, una novela del absurdo, pero también policiaca y de amor. Es asexual, aunque el sexo subyace como trasfondo, y una novela de aventuras, de viajes, de introspección…”. Y todo eso, afirma, narrado de una forma irónica “a más no poder”. “Puedes encontrar un chiste malísimo ilustrando una reflexión muy seria, y al revés, una reflexión profunda en medio de una situación de chiste”.
Como músico, Mourelle suele saltarse con frecuencia las reglas de la armonía para inducir sensaciones imprevistas en el oyente. Pero al igual que para incumplir las normas armónicas hay que conocerlas, para saltarse las reglas literarias al uso también hay que saber manejarlas con una destreza que sólo se adquiere con años de experiencia. De ahí que Mi última reencarnación sea una obra madura y sólida, divertida y emocionante, que provoca esa difícil pero ansiada disyuntiva de abandonar su lectura deseando que llegue el momento de enfrentarse a un nuevo capítulo, a una nueva página, a una nueva sorpresa.
