PROHIBIDA APERTURA FORZADA PUERTA / NO DOOR FORCED OPENING

PROHIBIDA APERTURA FORZADA PUERTA / NO DOOR FORCED OPENING

Editorial:
DEPUTACION DA CORUÑA
Año de edición:
Materia
Fotografia documental
ISBN:
978-84-9812-296-1
Encuadernación:
Rústica (Tapa blanda)
Colección:
DEPUTACION DA CORUÑA
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Cuando en mayo del 2009 partía en tren de la estación coruñesa de San Cristóbal para, tras diferentes escalas y al cabo de casi una semana llegar a Kiev, no pensaba que tardaría un año en escribir estas líneas. Nada en aquel momento podía llevarme a pensar que mi relación con Chernóbil iba a ser tan larga e intensa. Cuando escribo esto es mi último día de estancia en la zona. Y tengo la sensación de que todo lo vivido aquí durante estos tres viajes me ha cambiado completamente. Escribo estas líneas en una modesta casa de huéspedes del pueblo de Chernóbil. A unos pocos kilómetros de aquí dormita el corazón de la central protagonista del mayor accidente nuclear de la historia. Uncorazón que todavía late. El paisaje nevado le da al pueblo un aire navideño, pero apenas hay gente por las calles. Casi todo el mundo aquítiene un aspecto melancólico y tristón. Se respira cierto aire fatalista casi siempre mezclado con el olor inconfundible del omnipresente vodka. Todos tienen una historia triste que contar. Desde luego, lo que ocurrió en la madrugada del 26 de Abril de 1986 les cambió la vida.Cuando un año atrás aquel tren abandonaba A Coruña, mi única intención era fotografiar esta tierra de héroes. Había oído hablar de comocientos de miles de valientes soviéticos dejaron su vida en aquel infierno radiactivo. De como consiguieron minimizar las consecuencias deun desastre causado por quienes los mandaban allí a morir. A bordo de aquel tren, mi único equipaje eran una pequeña cámara fotográfica yel respeto y gratitud para aquellas personas que durante los meses siguientes al accidente, contribuyeron a que Europa siguiera siendo unlugar habitable.

Había visto imágenes de una ciudad abandonada, fantasma. Allí vivían los trabajadores de la central con sus familias cuando, tras la explosióny por evidentes cuestiones de seguridad, se vieron obligados a abandonar sus casas y todas sus pertenencias. Había oído hablar también depersonas que, tras pasar algún tiempo fuera de la tierra que los vio nacer y crecer obligados por la silenciosa y traicionera radiactividad, habíanvuelto a sus casas desoyendo las instrucciones de las autoridades que decían que aquellas eran tierras incompatibles con la vida. Todas estasimágenes daban vueltas en mi cabeza mientras el tren me iba llevando a través de Europa. Un año después de aquel primer viaje, estoy en la gélida noche ucraniana, contemplando un paisaje que, probablemente, nunca vuelva a ver. Es mi ultimo día en Chernobil, o quizás no. Tras el primer viaje en tren, supe que, irremediablemente tenía que volver. Es la tercera visita y nosé si será la última. No es este un sitio amable para el visitante. Veinticuatro años después de la catástrofe sigue siendo un lugar muycontaminado y peligroso. El medidor de radiactividad es tu inseparable compañero y el que te aconseja qué zonas y durante cuánto tiempopuedes visitarlas.

He podido visitar la ciudad abandonada de Prypiat. Sus vacíos apartamentos, hoteles, escuelas, hospitales… Mudos testigos de aquella catástrofe. El silencio allí es ensordecedor. La sensación de soledad y abandono es agobiante a los pocos minutos de entrar. Era Prypiat, sinembargo, una ciudad bulliciosa y próspera antes del accidente. La tasa de natalidad era de las más altas de la Unión Soviética y todo el mundo parecía feliz. Había piscinas, un enorme centro social, bibliotecas, colegios con todo tipo de dotación y hasta se había construido un parque de atracciones para una ciudad de apenas 50.000 habitantes. Pero la noria de aquel recinto nunca llegó a girar. Cuatro días antes de la fechaprevista para su inauguración, a un par kilómetros de allí, ocurrió el accidente más grave que puede tener una central nuclear. Un cúmulo defatalidades provocadas por personas que, o bien no sabían lo que tenían entre manos o no podían ponerlo en práctica, provocó que aquellanoria sea por los siglos de los siglos el símbolo mudo y oxidado de la tragedia de Chernóbil. Como un gigantesco reloj que paró el tiempo parasiempre.

Casi siempre es responsabilidad del hombre lo que sucede. De su capacidad o incapacidad para manejar las cosas. Por eso, cuando en unapuerta de la estación de tren de la central de Chernóbil vi escrito «Prohibida la apertura forzada de la puerta» me di cuenta enseguida de queesa era, en resumidas cuentas, la triste metáfora de lo ocurrido. Prohibir y forzar. Necesité horas de conversaciones con habitantes de la zona,con liquidadores y autoridades locales, visitas día tras día a la zona cero de la catástrofe, me hice preguntas, cómo, por qué… Y el último día ya ultima hora, descubro, en medio de la marea humana que llega en tren a la central y a pocos metros del reactor número 4, la clave del asunto.Cuenta Svetlana Alexievich en su libro “Voces de Chernobil”, que en una ocasión le preguntaron al liquidador Victor Latun por qué no dejabade hacer fotos a todas horas en los días posteriores al desastre. «Porque me faltan las palabras», respondió.

Esta es mi última noche en Chernobil. He visitado lugares terribles. He conocido a gente maravillosa. Mi única pretensión es la de homenajeara un pueblo que ha respondido con heroicidad y valentía a las nefastas consecuencias de una catástrofe causada por la ineptitud y cerrazónde sus dirigentes. Probablemente sólo en la antigua URSS pudo ocurrir algo así. Pero estoy absolutamente convencido de que sólo un pueblocomo aquel hubiese respondido a semejante desastre de una manera tan heroica. Por ellos partí hace un año desde la otra punta de la viejaEuropa. Y con ellos en mi corazón, parto en esta fría noche de invierno desde este maltrecho pero esperanzado rincón del planeta.

Cesar Toimil, fotográfo. En Chernobil a 18 de Febrero de 2010.

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