Los múltiples y dispares comentarios que provocó la publicación, en diciembre de 1954, de la primera obra de la entonces jovencísima Françoise Sagan coincidieron al menos en que la obra era un producto de su tiempo: el ajustado testimonio de una forma de entender la existencia que iba a marcar de modo decisivo, en las décadas posteriores, una parte de la conciencia de los países occidentales.
Su protagonista, Cécile, es una adolescente cuya vida transcurre de un modo feliz y placentero, tal vez incoherente, pero con libertad para pensar y escoger por sí misma, e incluso para rechazar determinados moldes. En este contexto, y para disgusto de Cécile, Anne irrumpe en su vida y sacude la célula utópica que hasta el momento conformaba junto con su padre, Raymond, pretendiendo enterrar la bohemia en la que viven y promover el orden de una vida burguesa.