La casa es un envoltorio. Ella nos protege, y en los sueños a menudo representa nuestro cuerpo. Pero si bien es un refugio, conserva una parte de misterio. Un piso que cruje es quizá un fantasma que pasa; un objeto largo tiempo perdido y encontrado es todo un pasado que resurge. Sin embargo, la casa se comparte. Salvo que uno viva como un ermitaño, nunca está solo en su casa. Esta contiene una familia, así no fuera sino por los recuerdos que dejaron quienes allí vivieron; así se crea su alma. Los deseos, expresados o silenciosos, de quienes allí habitan se cruzan, se encuentran, se oponen; así se fabrica el inconsciente de la casa.