El Lazarillo de Tormes supuso la inauguración de un nuevo género literario, la novela picaresca. Está relatada como si fuera una larga carta en la que se cuentan de forma autobiográfica las desventuras de un niño de origen humilde. El protagonista, Lázaro González Pérez, debe enfrentarse a un sinfín de avatares descritos con humor agridulce e ingenio sutil. A lo largo de su historia, Lazarillo va a trabajar para distintos amos, desde un ciego hasta un clérigo, todos ellos caricaturas crueles e irónicas de la sociedad de su tiempo. La misma evolución del personaje, dispuesto a todo con tal de medrar, abre la puerta a la reprobación por parte del lector. La obra se erige, pues, como una despiadada crítica que la Inquisición prohibió durante más de dos siglos. Quizá por ello su autoría quedó en el anonimato, si bien la censura no impidió que fuera copiada, impresa y leída repetidamente. Entre burlas y veras, el Lazarillo de Tormes resulta un monumento literario único para entender el descontento y la indignación en la España de mediados del siglo xvi.
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