A Juliane no le gustan las sorpresas. Cuando su caprichoso padre llega a vivir con ella, tras el incendio de su casa, su día a día perfectamente engrasado experimenta algunas turbulencias. Jean pasa su jubilación en teletiendas, escucha rock, empapela las paredes con carteles de indios, extravía sus cosas, busca su camino. Juliane quiere creer que la originalidad de Jean ha florecido con la edad, pero tiene que enfrentarse a los hechos: él se está descarrilando. Ante los mañanas que se evaporan, aprenderá a descubrir al hombre con traje de padre, sus valores, sus defectos y sobre todo sus sueños. Mientras el juego no termine, todavía es tiempo para todas las posibilidades.
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