La caída del Muro de
Berlín, en 1989, no
sólo diluye los bloques estratégicos de la Guerra Fría; es algo más,
simboliza la necesidad de un nuevo orden social europeo que no
esté justificado
en la guerra, en el poder de la frontera, en el comercio ilegal, en las
acumulaciones de capital, o en la especulación. Por eso es
importante la
aportación de Delors, al frente de la Comisión
Europea,
combatiendo la tragedia del liberalismo thatcheriano con la
educación y el
diálogo social. Y aunque los obstáculos a la
construcción europea sean muchos
-la imposibilidad de crear un sólido Tratado Constitucional,
la falta de
política internacional comunitaria, la escasa competitividad
de las empresas,
la baja afiliación sindical, la mala recepción en
los Estados miembros, la
falta de conciencia europea, etc.-, los logros han sido contundentes en
la
mejora de los sistemas de formación profesional, a
través de las regulaciones del
Fondo Social Europeo.
El aprendizaje del oficio va paralelo a la
realización y concreción de la democracia
europea; forma parte del valor que
adquiere el estatuto de ciudadanía. La gestión
adecuada de la formación
profesional crea vínculos estables entre el Estado y el
ciudadano, por lo tanto
analizarla supone evaluar la capacidad estructural del Estado para
desarrollar
la democracia, a través de la difícil
articulación del sistema educativo con el
productivo.
Observar
la trayectoria de los agentes
sociales implicados en los sistemas de formación profesional
europeos es analizar
el proceso de democratización de la sociedad y el Estado. Y
ese es uno de los principales objetivos del libro de Carmen
Jaulín La implicación de los
agentes sociales en la Formación Profesional.