En 1983, Juan Benet editó en Alfaguara el primer tomo de su obra cumbre, Herrumbrosas lanzas, que contenía un curioso mapa de Región, esa tierra mítica, imaginaria, que él mismo había creado.
Un mapa en toda regla, escala 1: 150.000, con ríos, carreteras, pueblos, montes y cotas tan realistas que convencerían al mejor de los geógrafos.
La topografía benetiana incluye homenajes a sus amigos. Así, hay una zona donde, se dice, habita la tribu García, al lado de un pueblo, Hortelano, que recuerda a Juan García Hortelano. Un poco más abajo, las Salinas de D. Pedro, en referencia a Jaime Salinas, editor de Alfaguara, que vivía en la calle Don Pedro, en Madrid.
Hay homenajes a Félix de Azúa y al título de su novela Mansura, convertida en pueblo por Benet; a Javier Marías y su personaje Casaldáliga, protagonista de El siglo; a Vicente Molina Foix y su novela Busto, fundidos en un solo nombre, Vicenbusto; y a José María Guelbenzu, director entonces de Alfaguara, y su novela El mercurio.
