«Al principio no vi nada; mis ojos, acostumbrados a la oscuridad, se deslumbraron y se cerraron bruscamente. Cuando pude abrirlos, me quedé más que maravillado, alucinado. Un inmenso manto de agua, que podía ser el comienzo de un lago o de un océano, se extendía más allá de lo que alcanzaba la vista.»
El profesor Liddenbrock descubre en un manuscrito antiguo una pista que lo llevará a un pasadizo en el interior de un volcán islandés.