Ejemplar en perfecto estado, salvo por la oxidación del papel.
Como Sócrates, el profesor Lledó vuelve una y otra vez a los mismos temas. Y, sin embargo, como en los coloquios socráticos, en seguida se percibe una perspectiva distinta, una aproximación nueva y una mayor exigencia de conocimiento. En las páginas de este libro, Emilio Lledó realiza, a partir del Fedro de Platón, una meditación sobre la función de la escritura, el papel de la memoria en la constitución de la persona, la configuración de la consciencia en la lectura de los grandes textos y la libertad de exprexión. Que es, claro está, una reflexión sobre los componentes de nuestra intimidad, sobre la felicidad, la amistad, el tiempo, sobre la voz escrita que nos habla desde el pasado y sobre ese yo surcado implacablemente por el tiempo, porque estamos hechos de tiempo, de memoria y de lecturas. Como ha escrito Carlos García Gual, este libro «quiere invitar al lector a un diálogo con el texto y consigo mismo, al modo socrático, en una estupenda reflexión a favor de la memoria, la lectura y la autenticidad personal».