Seamos honestos. Quejarse desahoga, pero aferrarse a ello resulta adictivo y además destruye. Un momento de queja vale, pero toda la vida no es buena idea.
Este sitio web utiliza cookies, tanto propias como de terceiros, para mellorar a súa experiencia de navegación. Si continúa navegando, consideramos que acepta o seu uso.Máis información